Costumbre: un mal bien sembrado

Por Oroyelix Lozada

¿Cómo definir la costumbre? Podría decirse que es la rutina de algunas acciones. Es permanecer en un estado de inercia ante lo que nos rodea. Es tan dañina esa señora que se pasea por muchos lugares y se siembra solo cuando lo permitimos.

Estamos acostumbrados al azote incesante de la violencia. Estamos tan acostumbrados que nos hemos vuelto frívolos.
Estamos acostumbrados a que la ofensa e irrespeto prescinda a la tolerancia y el diálogo.
Estamos acostumbrados a que quien detenta el poder ofenda, señale y descalifique sin ningún tipo de regulación al ciudadano común.
Estamos acostumbrados a la impunidad.
Estamos acostumbrados a no tener calidad de vida. Hacer milagros para la obtención de los principales rubros y malgastar horas de nuestro tiempo en infinitas colas.
El progreso y desarrollo ya no es fruto de la educación; ahora se rige por una tendencia, por un color; mediados por la mediocridad y la flojera.
Estamos acostumbrados a que el malo sea el bueno y el bueno sea el malo.
Estamos acostumbrados a que la justicia juega del lado del poderoso.
Estamos acostumbrados a sentirnos inseguros y correr riesgos porque es lo que nos toca.
Estamos acostumbrados a recibir maltrato porque las autoridades no saben diferenciar entre el buen servicio y la pleitesía que se ganan unos por su bolsillo gordo.
Estamos acostumbrados a sobrevivir en un mundo hostil y desequilibrado, regidos por el principio darwiniano.
Estamos acostumbrados a decena de muertos los fines de semana. Y le dan gracias a Dios, por los que aún no se han ido. ¡Por fortuna!
Estamos acostumbrados al consuelo: "Menos mal que solo te quitaron la cartera, el celular, el carro y no la vida".
Estamos acostumbrados a callar por miedo a expresar una posición distinta.
Estamos tan acostumbrados a la desgracia que el humor y la jocosidad es el mejor remedio para los males. ¡Qué venezolanos!
Estamos acostumbrados a darle cuotas de poder a quien nos da más.


¿Hasta cuándo la señora costumbre estará viviendo con nosotros?
Pregunta pertinente para generaciones pasadas y presentes. Muchas quejas y críticas se escuchan en el Metro, en las calles, en las panaderías, en el transporte. Mucho discurso y verborrea por parte de dirigentes políticos. Gran responsabilidad le otorgan a la juventud de ahora pero: ¿Cómo actuar? ¿Cómo proceder y despojarnos de la costumbre? Está tan instalada que ya muchos no la distinguen entre nosotros mismos. 
¿Cómo llevar en acciones ese discurso romántico y atrayente de un país libre con oportunidades, sin divisiones y tolerante?
Apuesto que más de uno anhela despojarse de la costumbre y actuar, porque tanta costumbre y pasividad es inaceptable. Pero la gran pregunta, insisto, es: ¿CÓMO? ¿QUÉ HACER? ¿CÓMO ORGANIZARSE?
Generaciones pasadas hicieron grandes cambios en la historia venezolana, incluso hoy son recordados. ¿Qué falta hoy? ¿Será que es producto del conformismo al que, no por casualidad, estamos acostumbrados?

Yo formo parte de esta juventud y estoy segura que no soy la única que se pregunta una y otra vez qué hacer para conseguir deshacernos de la costumbre que tanto mal nos hace.

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