Libro: El homicidio de Mónica Spear



Por Oroyelix Lozada | @oroyelix

El libro fue un obsequio que me disfruté en un vuelo de cinco horas. En total fueron necesarias solo siete para terminarlo íntegro. Agradecida por el detalle.

La desgracia que abrió los números rojos del año 2014. Un doble homicidio que engorda más esas cifras que estómagos llenos. El libro tiene el sello de la periodista ucabista María Isoliett Iglesias –a quien tuve el gusto de conocer en una charla en la universidad con mi salón–. Este acucioso trabajo periodístico merece el aplauso de todos, no solo por su detalle, sino porque reivindica el periodismo de investigación tan penado y vuelto cuesta arriba en tiempos de censura y persecución sobre quienes se atreven a alzar la voz.

La estructura del libro que imita la de un guión de telenovela hace de Capitulo Final una obra tan trágica como respetable.

Sin embargo, pese a la historia, su exactitud en datos, los perfiles de sus víctimas y victimarios hay un tópico dentro de sus páginas que llama mi atención: los efectos de portar un arma. Se deja entrever que, según los malandros, el señor gruero portaba arma, aunque no existe evidencia. Esta información es difusa, ¿Por qué? ¿Para encubrir al señor Luis Sarco, quien auxilió a Mónica y Harry?

Me da la impresión que ese posible disparo para espantar a los malhechores fue el detonante de la furia y adrenalina de El Gato, el que efectuó los disparos. ¿Será que si el gruero no hubiese disparado, quizás Mónica y Harry no estuviesen “dormidos para siempre”? Siempre he pensado que hablar de lo que pudo haber pasado es absurdo y desolador. Simplemente no pasó. La realidad es otra sin vuelta atrás.

El porte de arma lleva consigo una incalculable vehemencia. Envuelve un poder con aires de inmortalidad. Pero, ¿quién va a acceder desarmarse en un país donde el Estado no te protege, en donde no se respeta el derecho a la vida? Al ciudadano no le queda otra alternativa que apelar a la defensa propia.

Ni a Isoliett, ni a Ramírez les tiembla el pulso para dejar claro que los más de 10 planes de seguridad implantados por el gobierno no han funcionado. Las cifras aumentan y la impunidad pasea cómoda y sonriente entre nosotros. Aunque también rescatan la gestión emprendida por el Ministerio del Poder Popular de Servicio Penitenciario en parte de los recintos, entre ellos el Rodeo II, en el que albergan seis de los implicados en el crimen.

Por otra parte, leer las entrevistas de ellos te altera la bilis. Se agita la respiración y se disparan los porqués. Y te das cuenta de que los mueve la necesidad y los aclama el camino fácil, la carencia de valores, que incluso en la sangre fría puede haber destellos de remordimiento. Desconocían quienes eran esas personas a quienes le arrebataron la vida.

Dos amantes de Venezuela le pusieron nombre y apellido al problema de la inseguridad; la presión nacional e internacional asfixió al gobierno, presionó a los cuerpos de seguridad encargados. Tanto así que descubres que uno de los implicados está ahí por dar una respuesta y no porque haya participado en el hecho –como lo narra Leonard Danilo Marcano en su testimonio–. La rápida respuesta estuvo por encima de su presunta inocencia.

Venezuela parece un país de papel, malogrado, arrugado. Nada es lo que parece. Nos quema el irrespeto, la intolerancia, la injusticia y solo quedan las cenizas de algo que pudo ser.

Gracias y felicitaciones a María Isoliett Iglesias y Deivis Ramírez por su trabajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario